Ya había asistido a algunas actividades
organizadas por el grupo, me acuerdo especialmente de una charla sobre
lesbianismo que fue a finales de curso de mi segundo año de carrera.Ya había
coincidido, esporádicamente, con algunas lisístratas en la cafetería de la
facultad de filosofía dónde me pegaba media vida y por la biblioteca donde me
pegaba la otra mitad. Veía que se llevaban muchas cosas jugosas entre manos que
me despertaron mucho interés y curiosidad, lo que me llevo a entrar en el grupo
a principios de mi tercer curso universitario. Aquel año también se embarcaron
en la misma aventura: Ana Mastral, Patricia Álvarez y Carmen Lario, seríamos
entonces como la tercera oleada de Lisístratas. Fue el comienzo de algo muy
vital y muy potente.
Fueron muchas las actividades memorables pero recuerdo con especial cariño
cuando pintamos un mural en la pared justo a la izquierda hacia la entrada de
la facultad antigua de Filosofía. Creo que fue algo que tuvo mucha presencia donde,
además, disfrutamos mucho pintándolo y conversando. También me acuerdo mucho de
la charla presentación de Stasa Zayovic, de Mujeres de Negro, en la Casa de la
Mujer, en un contexto social de protestas no violentas de mujeres contra la
guerra de la Ex-Yugoslavia muy a principios de los 90.
Lisístrata fue una de las cosas más chulas de mi vida porque supuso un disfrute puro de un entorno feminista muy nutritivo de debate, de protesta, de diversidad, de diversión, de chispa y sobre todo, de amistad. Una complicidad muy valiosa con mujeres ya muy cercanas entonces, que lo han seguido siendo décadas después.
¡Claro que sí…! (volvería al pasado)
¡Disfrutaría de lo lindo! Supongo que mi paso por Lisístrata me abrió los ojos
a muchos mundos y contribuyó claramente a hacerme, de alguna manera, el tipo de
mujer feminista que soy hoy. Creo que volvería a hacer las cosas de la misma
manera.
¿Por qué no, si fue tan gratificante?