40 años de Lisístrata

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sábado, 18 de febrero de 2023

Manuela Rubio

 1983-1988

Inicio esta tardana contribución con cosquillas en el estómago proyectadas hacia el pasado. Y por el final. Es lo mío: siempre un paso discordante. No volvería a mis 20 años. Prefiero una edad más serena y reposada pero, eso sí, repetiría mil veces mi paso por Lisístrata. He seguido teniendo experiencias en otros grupos de mujeres: desde alguna contribución a grupos de apoyo a Greenham Common, o a mujeres de Latinoamérica, hasta pequeñas aportaciones en mi ámbito laboral o de intervención en mi barrio con un grupo de madres cincuentañeras. Pero ninguna  ha sido tan intensa, ni me ha marcado tanto como mi paso por Lisístrata. 

 


 

 Había hecho la secundaria en el mixto 4 donde ya habíamos creado un grupo de mujeres jóvenes, charla va, charla viene, conexiones con el mixto 4 y el 9, incursiones amorosas en el barrio de San José, obras de teatro feministas y el encierro en el arzobispado por las luchas del Matute. Así que mi interés por el feminismo y la rebeldía parece que me vienen de fábrica.

 Como el germen estaba ahí, cuando entré en la universidad, desde el momento 0, creamos Lisístrata con un pequeño pero potentísimo núcleo de entusiastas lectoras, discutidoras y activistas. Y ahí seguí hasta que acabé la carrera y, las ganas de conocer mundo me llevaron primero a Londres y luego a Barcelona donde sigo ahora mismo. No he conocido a las generaciones de Lisístratas que vinieron después con lo que mi experiencia ha quedado finamente encuadrada, iniciada y acabada en esos 5 años intensamente vividos.

 No esperéis de mí ni fechas, ni nombres, ni detalles concretos. Mi falta de memoria endémica me inhabilita para la historiografía, mientras que me inclina hacia los procesos, las sensaciones y las emociones. Eso que te sale del estómago y va subiendo hasta llegar a tu cerebro para inundarlo todo. Pero después de un inicio breve con 5 o 6 personas (creo que Sesé, Beatriz, Ana, Amparo y yo misma) se fueron incorporando otras compañeras, militantes de ámbitos diferentes, procedentes, fundamentalmente, de la facultad de Letras y de la de Ciencias.

 ¿Y cuáles son esos recuerdos, esas sensaciones que me suben desde el estómago para llenarlo todo? Pues la convivencia de luchas,  las reuniones en la Delegación de Estudiantes de la Facultad de Letras, las huelgas estudiantiles, las acciones de protesta contra la presencia de entidades bancarias o de la policía en el campus, la creación del grupo estudiantil Akelarre, embrión de donde salieron muchas futuras Lisístratas, el grupo por la paz (GUP), el antimilitarismo, las jornadas conmemorativas del Mayo del 68 (recuerdo un cinefòrun con “La Chinoise” de Godard), la militancia en la izquierda más partidista, grupos de debate en casa del profesor de filosofía José Luis Rodríguez y mil más.

 Pero, por encima de todo, Lisístrata, que irrumpió en la universidad con un caracter y un tono radical, decidido, descarado, sin complejos, que llevó el discurso feminista y tiñó de lila una universidad hasta entonces monocolor. La enmienda a los estatutos de la universidad fue un hito, los carteles mordaces y sin pelos en la lengua que denunciaban el machismo descarnado de algunos profesores, la asistencia a Jornadas Feministas estatales (las de Granada marcaron mi vida), las reuniones con el Frente Feminista (las “mayores”), la Librería de Mujeres (donde compré tantos libros que creo que aún no los he leídos todos), las Jornadas de Solidaridad con mujeres sudamericanas… Y todo ello aderezado con unas buenas cañas, risas, mucha música y aún más baile porque como dijo Emma Goldman “si no la puedo bailar, no es mi revolución”.

 


 

 Estoy bien segura que aquella alegría, aquella fe absoluta en nuestro poder, aquellas ansias de libertad y falta de complejos imprimieron su marca colectiva e individual en la sociedad de entonces y aún  de ahora. Estos últimos años he visto como miles de mujeres jóvenes (también mi hija) paralizaban las clases de institutos y universidades para manifestarse multitudinariamente. También alegres, descaradas, poderosas, reivindicando su cuerpo, su espacio, su manera de hacer, su pensamiento libre. Son nuestras herederas como nosotras lo fuimos del Mayo del 68, o de las sufragistas o de las brujas. Por ellas, por nosotras, ¡felices 40 años!